Hoy vamos a hablaros de la tuberculosis puesto que es una enfermedad altamente contagiosa y a la que el personal hospitalario se encuentra muy expuesto al tener que tratar con pacientes infectados. Es un tema de gran preocupación ya que cada vez son más las personas contagiadas de esta enfermedad debido a la aparición y difusión de microorganismos resistentes a los medicamentos empleados y a la rápida propagación de esta enfermedad entre las personas que sufren SIDA.
En posteriores entradas comentaremos las medidas de prevención que se deben adoptar y su tratamiento.
En posteriores entradas comentaremos las medidas de prevención que se deben adoptar y su tratamiento.
¿QUÉ ES?
La tuberculosis es una enfermedad infecciosa que se transmite por vía aérea. Su agente causal es una bacteria llamada "mycobacterium tuberculosis", que se adquiere por la aspiración de las gotitas de saliva de un paciente infectado cuando tose o estornuda y, de esta manera, es como se transmite al personal hospitalario si no se toman las medidas de profilaxis adecuadas.
MYCOBACTERIUM TUBERCULOSIS |
Está enfermedad suele afectar mayoritariamente a los pulmones, aunque también puede extenderse a otras zonas del cuerpo como el cerebro, ganglios linfáticos, riñones y huesos.
Los pacientes con más riesgo de padecerla son los ancianos, los bebés y los inmunodeprimidos debido a que sus defensas están más debilitadas. En personas sanas la enfermedad no se manifiesta, no se presentan signos ni síntomas y no se contagia a otras personas.
SIGNOS Y SÍNTOMAS
Como ya dijimos, en personas con un buen estado de salud la tuberculosis no acostumbra a dar ningún tipo de síntomas, sin embargo, cuando la enfermedad está establecida, se pueden presentar los siguientes signos y síntomas según la zona del organismo donde estén proliferando los agentes etiológicos de esta enfermedad:
- Tos duradera y fuerte que puede durar más de dos semanas. En ocasiones se acompaña de expectoración sanguinolenta.
- Dolor en el tórax.
- Hipertermia.
- Disnea.
- Diaforesis nocturna.
- Pérdida de las ganas de comer con la consiguiente disminución de peso.
- Agotamiento.
- La piel se vuelve más pálida.
- Presencia de estertores (ruidos respiratorios anormales).
- Temblores.